No hubo palabras,
sus ojos se bañaron en los míos desnudando su alma.
Su tímida sonrisa aceleró mi derrota;
fundido mi yelmo y mi espada,
un miedo cerval me dejó presa , sabiendo,
que arrebataría la fragilidad de un corazón
que desde ese momento dejaba de ser mío.
Invadiendo un espacio que sólo a él pertenecía
pasadas primaveras, otoños e inviernos
sería para siempre el amor de mi vida...
EL CABALLERO XII (De los humores del vino)
Hace 1 día