Aquella mañana, por fin, había conseguido sustraer del armario de mi hermana la ansiada blusa azul que tantas veces le rogué me prestara y cuya contestación era siempre una sentencia
– Ni se te ocurra probártela
Llegado el caso de que no pudiera devolverla a su ropero antes de que ella volviera a casa,no me costó demasiado convencer a mi madre de que fuera
cómplice de mi atrevimiento.Y así, muy contenta con la falda escogida, alisé mi pelo, me abrillanté los labios y me fui a clase. Estaba convencida de que el color de aquella blusa me favorecía enormemente y de que ese día, al contrario de lo ocurrido con todos los anteriores, no iba a pasar desapercibida para el chico de mi sueños.
La música que empezó a sonar en el patio del colegio deshizo los grupos que formábamos los estudiantes charlando alegremente y, casi en tropel,entramos en las distintas aulas.
Yo siempre me sentaba en la penúltima fila de los viejos pupitres, él en la segunda .
Era un alumno ejemplar, de ésos que los menos aplicados llamábamos empoñones. Apenas podía ver desde mi asiento una parte de su brazo y mechones de su pelo, ese pelo largo que le cubría hasta los hombros y al que yo tanto deseaba acariciar.
La profesora de historia, con su cansina voz, empezó a pasar lista .Uno tras otro, a modo de letanía, fue mencionando a todos mis compañeros , y mientras eso ocurría , mi corazón latía con tal fuerza que me apretaba el pecho con la mano por temor fuera a salir disparado.
Tras escuchar su nombre,se silenciaba para mí la voz de la maestra comprobando la asistencia de los restantes, sólo el suyo seguía retumbando en mi cabeza, al mismo compás de los latidos que sentía en mi interior.
Con esta ansiedad, clase tras clase, en cada asignatura que coincidía con él, se multiplicaba una y otra vez aquella arritmia.
Acabada la hora, sonó el timbre y el hechizo que pensaba le iba a causar mi blusa no hizo efecto. Pasé por su lado temblándome las piernas por ver qué impresión le causaba y , como siempre, me volví invisible. Este episodio era uno más de los que se repetirían, sucesivamente, a lo largo de todo el bachiller.
Llegado el periodo de vacaciones, al contrario de mis amigas que celebraban alborozadas el final de curso, para mí era un tormento, pasarían dos largos meses sin volver a verle y, tímidamente, acercándome a él,cada primavera le preguntaba si el próximo seguiría en ese colegio.
Un gélido gesto de indiferencia levantando los hombros y arqueando la boca mientras miraba a otra parte que no era yo,marcaba su respuesta.
Y así todos aquellos años que compartimos en la formación de nuestra educación, mi amor por él iba in crescendo y su indiferencia hacía mí también.
Finalizados los estudios en ese centro, la vida nos llevó por distintos derroteros,yo conseguí una trabajo, me casé, formé una familia, y luego,
por avatares del destino, mi estado civil fue... sin pareja.
De él no volví a saber más. Anteriormente había buscado sus señas muchas veces en el listín de teléfonos , esperando encontrar alguna referencia que me informara de su ocupación, ubicación, pero nunca la hallé.
Andando el tiempo pasaron más de veinte años.Una tarde, acabada la jornada de trabajo, quedamos una amiga y yo a tomar un café . Era viernes, la cafetería estaba atestada de gente y al fondo del local conseguimos una mesa vacía. Dejé el bolso, me quité el abrigo y encendí un cigarrillo.
Al ver la tardanza en servirnos, pregunté a mi amiga qué le apetecía tomar y ofreciéndome voluntaria fui a pedir nuestra consumición.
Tras un rato de charla de esas cosas que solemos hablar las mujeres, mi amiga bajando la voz me dijo
- Hay un chico en la barra que no te quita ojo, está hablando con otro que tiene a su lado, pero estoy segura de que no se está enterando de lo que le dice, sólo asiente con la cabeza mientras te come con la vista.
Me eché a reír sin darle demasiada importancia pero mi curiosidad fue mayor que mi indiferencia , disimuladamente, como apartándome el pelo de la cara, me volví , y entonces le vi.
Al mismo tiempo que notaba subír un fuego por mi cara, sus ojos y los míos se encontraron. Giré de nuevo la cabeza donde estaba mi amiga y continué hablando con ella como si no pasara nada.
-Viene- escuché
_ Qué?- dije, apenas me salía la palabra
_ Que viene hacía aquí- respondió
Y antes de que pudiera preguntar nada más, con aire entre tímido y resuelto se presentó ante mí.
- Perdonad, me dais fuego?
- Claro, ten - contestó mi amiga
Encendió el cigarro sin dejar de observarme, mientras yo,disimulando mi aturdimiento, en la medida que pude,comprobé que no llevaba anillo, que había aumentado de peso,lucía el pelo más corto, sus entradas se habían encanecido, aunque permanecía igual de atractivo.
- Hola, me llamo Andrés- dijo ,
Bastante cohibido se dirigió a mí
- Puede ser que tú y yo nos hayamos visto antes?, no estoy demasiado seguro,quizá porque pienso que a una chica tan guapa , no me hubiera resultado fácil olvidarla...
Y con una amplia sonrisa,ahora más relajado continuó con su monólogo
-A mi amigo y a mí nos gustaria invitaros,y si tú y yo no nos conocemos, ésta podría ser una buena ocasión...
Su voz sonó tal y como yo la recordaba. Entonces, como si de la erupción de un volcán se tratase, salieron mis palabras de mi boca
- No, nos conocemos de nada, creo que te has confundido, gracias por la invitación pero estamos a punto de marcharnos, lo siento...
Me conozco cuando soy desagradable,y esa impresión tuve que causarle, pues dando un paso atrás, y con gesto algo avergonzado sólo se atrevió a decir
- Bueno,sí, perdona, me habré confundido… gracias por el fuego
Mi amiga me miró totalmente asombrada recriminando esa actitud mía
- Hija, qué antipática has estado, como si el pobre hombre hubiera dicho algo incorrecto !
Repentinamente como si me hubiese liberado de un peso cargado durante muchos años,sin saber muy bien por qué, una inmensa alegría me invadió.
Me sentía vengada, casi superior a él. Era mi venganza por todo aquel tiempo que fui ignorada,por sus imperceptibles saludos, casi obligados, cuando nos cruzábamos por los pasillos de clase; por tantas y tanta veces que me hizo parecer invisible y por aquellas vacaciones escolares martirizadas por su ausencia , aún sabiendo que él ni se acordaría de mi persona. Vencedora de una contienda que había perdido durante muchos años, no quise darle la oportunidad de reconocerme.
Ese sueño de que alguna vez fuera él quien se acercara a mí,se había cumplido,pero ahora ya no me importaba, ni siquiera lo que pretendía. Ahora era yo la que le daba la espalda.
Ganaba la partida una absurda venganza.
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Haiku 64 (Noviembre)
Hace 2 semanas
2 comentarios:
Esto que escribes ¿es real?, y si es así ¿de que coño de blusa azul hablas?. Siempre creí que no te gustaba mi ropa...
Sigue escribiendo, lo haces muy bien, aunque de una manera triste y melancólica.
Cuanto se pueda leer aquí todo es fruto de mi imagínación, ningún personaje ni situación descrita existe.
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